
Su principal característica, es la de atraer grandes cantidades de agua y amoldarse y extenderse bajo la piel, por lo que resulta un perfecto hidratante. Dado que a diferencia de otros métodos, el ácido hialurónico no modifica el aspecto natural o los rasgos del rostro, ni necesita pruebas de alergia, es una de las mejores maneras actuales para:
- Rellenar los surcos nasogenianos (entre la nariz y los laterales de la boca).
- Tratar marcas de acné y otras cicatrices.
- Dar forma y volumen a los labios.
- Eliminar las arrugas peribucales (o “de fumador”, alrededor de la boca).
- Reducir el aspecto de cansancio alrededor de los ojos, cuando se lo coloca en el surco lagrimal (en las ojeras).
Pero sin duda que su gran ventaja competitiva frente a otras sustancias de relleno que no sugerimos como biopolímeros, siliconas o metacrilatos es que su aplicación mantiene la naturalidad de gestos y apariencia sin provocar el famoso “efecto artificial”, que hacen que muchas personas sean reacias a realizarse estos tratamientos.
Al reabsorberse lentamente a lo largo de los meses, permite ajustes y mofidicaciones que acompañen en forma natural los cambios que se producen en la cara con el paso del tiempo.
Aplicación y tratamiento
El ácido hialurónico se inyecta en la piel donde están las arrugas o sectores a rellenar. El producto contiene un anestésico, por lo cual la aplicación no produce más que un mínimo disconfort.
Usualmente se aplica en una sola sesión y se controla al cabo de 15 días para realizar pequeñas correcciones si hacen falta.
La mayoría de las veces no hay hematomas y las personas no deben realizar reposo ni convalescencia.
Por último, existe una sustancia denominada hialuronidasa, que permite disolver este producto, en el improbable caso de obtener un resultado no deseado.
De esta forma, el ácido hialurónico se convierte en uno de los productos que ofrece mayor seguridad.